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enero 24, 2011 / edwin

Otro que se fue de la bulliciosa Verdi

Regreso a la calle de Verdi poco más de cuatro años después de que hablara ahí con Josep Carracedo, desde la eternidad tras la barra de La Filomena, bar histórico que llevaba el nombre de la suegra, Filomena Albesa, fallecida a los 82 años. Hablamos entonces de la desaparición de los negocios tradicionales de esta bulliciosa aorta en el corazón de Gràcia. «Solo seguimos unos pocos locales de antaño», se lamentaba, nostálgico, Josep. Y regreso ahora y me encuentro con su enorme puerta cerrada. Primero a las siete de la tarde; el día después, al mediodía.

«¿Y Josep y Mari Carmen de La Filomena?» le pregunto a Rita, dependienta del Forn de Sant Tirs justo enfrente. «Cerraron», me dice, «ya antes del verano pasado». No era fácil llevar La Filomena. Explica Rita que el matrimonio tenía el bar abierto de la mañana a la noche y siempre estaban ellos dos, solo ellos dos y sus clientes, muchos habituales del barrio. Pero Mari Carmen se puso malita y a Josep se le acercaba la jubilación, decidieron cerrar la puerta para siempre y Verdi perdió otro de sus locales emblemáticos, el nexo más antiguo con el pasado.

Quedan, de aquellos de «toda la vida», la reparación de calzados Bernal, la Bodega Mallorquina, la tocinería Rafel, el bar Canigó y algunos pocos más. En la casa de colchones, los dueños también están a punto de jubilarse. «Cierran todos porque a la juventud no le apetece hacer los horarios que hacemos nosotros», cuenta Juana Ontoso en su Bodega Mallorquina.

Tampoco hay que lamentar demasiado que parte de la historia se pierda; Verdi sigue siendo una calle con mucha vida, solo hay una persiana bajada con un cartel de «en alquiler». Es una vía donde puede transcurrir una vida entera sin tener que salir de ella, porque el abanico de negocios es casi completo.

Hay 26 bares y restaurantes, casi la mitad, digamos, exóticos. Hay 20 tiendas de moda y complementos y tres farmacias. Hay ferreterías y lampistas, tiendas de antigüedades, motos, jabones, verduras, teléfonos móviles, muebles y chuches. Hay una óptica, dos imprentas, una estética, una papelería, una cristalería, un miniquiosco de prensa, dos super, carnicerías, panaderías, peluquería, librería, tintorería, videoclub. Hay una guardería y una residencia de ancianos. No hay iglesia, y solo una caja, que ya es raro. Hay centros de baile, de shiatsu y de psicoterapia.

Y están los cines, por supuesto. «Sin cines, esto no sería lo mismo», me dice el zapatero Carlos Bernal, que ha visto aparecer y desaparecer decenas de locales. Algunos duraban poco, no sabían sus impulsores ilusionados que vender té no daría para pagar un alquiler de 3.000 euros.

Los de La Filomena no se fueron por dinero. Ya habían trabajado bastante. Josep Carracedo recibió muchas ofertas por su negocio, pero la antigua casa, una planta baja con altillo, necesitaría una profunda renovación. Ahora, ningún inspector de Sanitat le daría un permiso, con los baños casi a la intemperie. Mientras tanto, sigue cerrada. Para siempre, seguramente.

One Comment

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  1. Bares Auténticos / Ene 25 2011 8:09 am

    Esperemos que noticias como ésta no sean muy frecuentes!

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